Energía


1997: Una producción centralizada en manos de las grandes empresas empezaba una tímida relación con las renovables que, de no ser por los apoyos gubernamentales, se alejaban aún de la rentabilidad necesaria para afianzarse

2017: La red inteligente representa ya el 90% del tejido eléctrico riojano y se abre a la producción desde casa y a las necesidades del coche eléctrico, en un futuro en el que sólo hay espacio para la energía limpia

Texto: María Sobrino

Si el sistema energético fuese un robot, hubiera pasado de las tuercas y paneles del galáctico R2D2 a la humanización del Sonny del ‘Yo, robot’ de Alex Proyas en los últimos veinte años. Inteligente y completamente monitorizada, la red eléctrica del 2017 es un ente casi orgánico que ha abandonado la centralización de los años 90 y que ha fusionado los avances tecnológicos para crear una senda individualizada hacia un futuro que, en cualquier caso, lleva el apellido de renovable.

A finales del año 1996, Iberdrola creaba en Zaragoza su primer parque eólico español; una amplia superficie de aerogeneradores que pretendían inyectar energía verde a la red y que marcó un punto de inicio en la apuesta por las renovables. Dos décadas más tarde, España no es sólo el país con mayor proporción de generación de energía verde de Europa, sino que ha conseguido trasladar el interés por la producción energética limpia al ciudadano de a pie. Ninguno de los trabajadores que participaron en la creación del aragonés parque La Plana III podían imaginar que en su vigésimo aniversario, la facultad de poseer un generador energético se habría extendido hasta cualquier individuo.

De las horas a los minutos

Hace 20 años, un cortocircuito en una ciudad como Logroño tomaba de media unas dos o tres horas hasta que se localizaba la avería y se restituía el suministro por vías alternativas. Para lograrlo, una pareja de oficiales debía recorrer los centros de transformación afectados y, mediante diferentes pruebas manuales, acotar las posibilidades hasta dar con el error. Hoy en día, si un vecino de Logroño sufre un corte de luz, será la propia red inteligente la que se escanee a sí misma para encontrar el punto exacto en el que el sistema ha fallado. Entre dos y tres minutos bastan para identificar la avería y recuperar gran parte del flujo eléctrico. En ese tiempo hace dos décadas, los operarios aún no hubieran salido de la central.

Y, si bien ostentar la propiedad de un aerogenerador aún parece lejos de lo posible, hace ya tiempo que los paneles fotovoltaicos completan el suministro energético de muchas familias. Legalmente, la opción existía desde la liberalización del sector en 1997, pero fue la paulatina investigación tecnológica y el consecuente abaratamiento de materiales lo que allanó el camino hacia la generación distribuida. El salto, sin embargo, no fue tan brusco. Tras los grandes parques, pertenecientes a empresas energéticas, empezaron a aparecer propiedades compartidas en las que un fondo común, ayudado por las primas gubernamentales del momento, acercaba las renovables al público general. El empujón tecnológico siguió su curso y, finalmente, la opción de instalar placas solares de forma individual logró resultar rentable. Ahora, pequeños negocios, comunidades de vecinos e incluso propietarios de viviendas unifamiliares se benefician de la posibilidad de generar y consumir su propia energía.

La red detrás del milagro

Pese a ser los imponentes molinos que casi parecen flotar sobre el mar, como los del parque Wikinger en Alemania, o las extensas fincas fotovoltaicas las primeras en sorprender al ciudadano que reflexiona sobre los avances energéticos, ninguna de estas solemnes construcciones podría sustentarse sin el tejido de red inteligente que se ha implantado en España en los últimos años.

Discreto pero implacable, el avance de esta red que permite monitorizar y automatizar la gestión eléctrica al milímetro habría pasado desapercibido de no haber ido acompañado por el proceso de instalación de contadores inteligentes que, con 209.000 en La Rioja, ha completado ya un 90% de su renovación. Para el cliente, esto se traduce en la oportunidad de conocer el precio del kilovatio al minuto, pero esta red es también la que permite producir energía en casa y volcar la restante al sistema.

La generación distribuida no es el único reto que se le ha presentado a este sector; la importancia del coche eléctrico se perfila en el futuro como otro agente condicionador del sistema. El automóvil del futuro necesitará flexibilidad de puntos de carga y deja intuir la posibilidad de usarse como batería para emplear su energía no utilizada en el hogar y la red debe estar preparada para ello. Se acabó el centralismo unidireccional de las grandes productoras, la red ahora recibe y procura, es inteligente y flexible. Casi un nuevo ser vivo.