Historias de La Rioja sin salir de casa

Diego de Villar, cirujano de Alfonso VIII

N

acido en Villar de Torre, este ilustre riojano aprendió medicina en Toledo y cuidó de la salud de reyes, emires y nobles en los siglos XII y XIII.

Marcelino Izquierdo Marcelino Izquierdo

Aunque su figura no es muy conocida e insuficientemente estudiada, Diego de Villar fue uno de los médicos y cirujanos más eminentes de la Edad Media en lo que hoy es España. Curó a reyes, emires y nobles, y por su sabiduría y su buen hacer fue recompensado con tierras y otras prebendas en el valle del Najerilla.

Aunque se desconoce la fecha exacta, Diego de Villar debió ver la luz en la localidad riojalteña de Villar de Torre hacia el año 1160, a orillas del río Tuerto. Inclinado desde muy joven a la medicina, comenzó a aprender el arte de la sanación en los hospitales que jalonaban el Camino de Santiago, sobre todo en los de San Millán de la Cogolla y Santa María la Real de Nájera.

Hijo de una familia acomodada que, tiempo atrás, había ocupado puestos de relieve en la corte najerina, Diego de Villar profundizó en sus estudios médicos en la ciudad de Toledo, que en el siglo XII era centro del saber cristiano, árabe y judío. Allí pudo practicar atrevidas operaciones quirúrgicas –cuasi prohibidas por aquellas épocas del Medievo–, al tiempo que se empapaba de otras ciencias afines como la botánica o la alquimia, devorando los escritos de Galeno, Dioscórides, Avicena... y también colaborando con notables médicos de su época.

Diego de Villar extrae una saeta a un caballero en plena batalla, en un óleo del siglo XIX.
Las Navas de Tolosa. Diego de Villar extrae una saeta a un caballero en plena batalla, en un óleo del siglo XIX. / MUSEO DEL EJÉRCITO

«Casa, mesa y sueldo real»

Poco a poco fue adquiriendo Diego de Villar notable fama, hasta alcanzar el cargo de médico de cámara del Alfonso VIII de Castilla, «con casa, mesa y sueldo real», según documentos firmados por el propio monarca, y también de su hija la reina Berenguela y del futuro rey Fernando III El Santo, cuando éste todavía era un niño.

Acompañando al monarca en la terrible batalla de Alarcos (1195), donde miles de cristianos se dejaron el alma en tierras manchegas, el médico riojano tuvo que atender al propio Alfonso VIII de las heridas recibidas.

Bajo relieve con la imagen de Diego López de Haro, y el escudo familiar. / BNE
Bajo relieve con la imagen de Diego López de Haro, y el escudo familiar. / BNE

Curó también Diego de Villar a nobles y príncipes, entre ellos al emir moro de Sevilla y a Diego López de Haro, segundo señor de Vizcaya, merino mayor de Castilla y mano derecha del rey en la batalla de las Navas de Tolosa, en la que participó y tuvo bastante trabajo, a tenor del óleo historicista del siglo XIX que acompaña este reportaje.

En agradecimiento a sus servicios, el rey premió al galeno riojano y a su mujer, María, con fincas y hombres de labranza en Villar de Torre.

Si bien la historiografía tradicional siempre había señalado que Diego de Villar falleció en el año 1215 y recibió sepultura bajo las losas de una ermita que se hallaba extramuros de Toledo, un documento rubricado por el propio rey Fernando III el Santo y fechado en el año 1222 desdice tan prematura muerte.

En aquella fecha todavía era Diego de Villar vecino de Nájera.

Más información:
'Noticias históricas del maestre Diego del Villar, médico de los reyes Alfonso VIII, doña Berenguela y San Fernando' de Narciso Hergueta (1904), disponible en: Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, nº 10, pp. 423-434
'Las Navas de Tolosa: poema heroico de Cristóbal de Mesa' (1594)

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