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oy se honra a San Prudencio, enterrado entre Clavijo y Leza, y cuyo monasterio está en la lista roja del patrimonio en peligro en España.
Fue San Prudencio una de las celebridades más influyentes en el imaginario religioso de lo que hoy es España, sobre todo en el norte de la península, pese a que tanto su vida como su influencia después de muerto siempre han cabalgado entre la historia y la leyenda.
Debió nacer Prudencio hacia el siglo VIII en Armentia –muy cerca de Vitoria–, desde donde, siendo joven, se trasladó a tierras de Soria y de La Rioja para consagrarse a la vida eremítica. Predicó durante años por Calahorra y otras zonas de la ribera del Ebro, hasta que se instaló en la ciudad aragonesa de Tarazona, donde tiempo después fue designado obispo de aquella diócesis.
Visitando el obispado soriano y siendo ya «ilustre por su piedad y milagros», según sus hagiógrafos, le sorprendió la muerte a Prudencio en el Burgo de Osma, lo que provocó serias disputas entre el clero sobre dónde debía recibir cristiana sepultura.
Unos querían que fuera en suelo soriano, pues allí quiso Dios que falleciera; otros reclamaban los restos del obispo para su Álava natal, mientras Tarazona se postuló para recibir el cuerpo de quien era su actual prelado.
El milagro del mulo
La querella se zanjó cuando un sobrino suyo, de nombre Pelayo, hizo público el último deseo de su tío Prudencio: «Cuando muera es voluntad de Nuestro Señor Jesucristo que me coloquéis sobre el mulo y él irá al sitio donde debo ser sepultado», milagro que coincide con el de otros hombres piadosos en todo el mundo cristiano.
Respetando la voluntad del finado, el cuerpo fue dispuesto sobre un mulo y, tras él, partieron desde Osma clérigos, familiares y fieles que, legua a legua, iban abandonando el cortejo. Al ascender al riojano monte Laturce, entre Clavijo y Leza. todos creyeron que Prudencio regresaba a Armentia; sin embargo, el animal frenó su camino junto a una cueva, y todos comprendieron que aquél era el lugar. Alrededor de sus reliquias se fundó el monasterio de San Prudencio del monte Laturce, centro de poder religioso y político entre la Edad Media y el siglo XIX, hasta que las desamortizaciones firmaron su sentencia.
Ruinas abandonadas
En la actualidad, tras guerras, rapiñas y vandalismo, los restos del monasterio están incluidos en la lista roja del patrimonio en peligro en España. Nadie, hasta ahora, ha hecho nada por proteger lo poco que queda.
Aunque la mayor parte de las reliquias se hallan en La Redonda de Logroño y en Santa María la Real de Nájera, también conservan fragmentos San Millán de la Cogolla, San Miguel de Pedroso (Burgos), Sahagún (León), catedral de Tarazona, Roma –el talón del santo que se llevó el papa Adriano VI a su paso por La Rioja–, la catedral de Vitoria, San Prudencio de Bergara, San Vicente de San Sebastián y la Casa de Álava (Bilbao), entre otros.
Reportajes sobre el pasado y las señas de identidad de La Rioja, y consejos para poder leer de manera virtual obras maestras escritas por nuestros antepasados.
Intento de secuestro de las reliquias, en Vitoria, en 1962
Como patrón de la provincia, los alaveses han mostrado desde siglos atrás su deseo de que las reliquias del santo reposen en su tierra, aunque han tenido que conformarse con algunos fragmentos. Con motivo del celebrarse el primer centenario de la diócesis de Vitoria –desgajada del obispado de Calahorra y La Calzada en 1862–, Logroño prestó los restos que se conservan en La Redonda, en la arqueta que aparece en la imagen de la izquierda. El gran relicario llegó a Vitoria el 27 de abril de 1962. Según el cronista José María Sedano, un grupo de seminaristas vitorianos planeó secuestrar la arqueta, que querían descargar del vehículo que la traía desde Logroño y colocarla en una carroza. Ante los rumores de tal desatino, el arca fue bien custodiada por la autoridad hasta su regreso a La Rioja.
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