Escuela Superior de Diseño de La Rioja
Casi cien años contemplan este elegante inmueble creado para la formación de artistas y que ha sabido adaptarse a las necesidades de cada momento
Se construyó como centro de enseñanza de las artes y como tal se ha mantenido durante sus 97 años de historia; una funcionalidad que juega a favor de la Escuela Superior de Diseño de La Rioja (ESDIR) y una edad, casi centenaria, que sus ocupantes sobrellevan con algunas incomodidades pero sabiéndose afortunados. «Nada más empezar a trabajar aquí (hace 24 años) tuve la sensación de privilegio», reconoce su director, Ignacio Martínez, durante el recorrido por la que fue una de las seis primeras Escuelas de Artes y Oficios impulsadas por el Ministerio de Fomento, probablemente gracias a la intervención de Sagasta.
El proyecto se encargó en 1914 a los arquitectos madrileños Antonio Rubio y Luis Mosteiro, el primero con una tendencia al neobarroco que quedó plasmada en el edificio y que contrasta con los limpios y geométricos volúmenes de su vecino edificio consistorial.
El inmueble se abre discreto, pero elegante y con hipnótico encanto a la avenida de la Paz. Lo hace tras un pequeño jardín con arbolado, tras cuyas ramas asoma una fachada de grandes ventanales que armonizan con la forja, cerámica y vidriera en una alegoría a la finalidad del edificio.
La Escuela Superior de Diseño de La Rioja ocupa un majestuoso inmueble construido hace casi cien años
Tras atravesar el vestíbulo, uno se siente poco menos que intimidado por la majestuosa escalera principal y por la 'Diana cazadora' que la preside. «La barandilla de estas escaleras y las puertas de forja de la entrada las construyeron alumnos de la escuela», explica su actual director de camino a la primera altura, la planta noble, reservada a los alumnos de Interiores y Diseño Gráfico. Desde allí se aprecia la planta de claustro del inmueble, llenando de luz los amplios pasillos y las bellas baldosas talaveranas que los revisten. Un mágico corredor donde también encuentran acomodo 53 esculturas y relieves en yeso que no solo hablan de la gloria pasada, sino que continúan dialogando con los jóvenes estudiantes del siglo XXI. Son los últimos restos de la gipsoteca procedente del 'Museo de Reproducciones' que en su día acogió el Instituto Sagasta.
Mármoles y maderas originales cubren escalones, zócalos y suelos. Pisamos también sobre alguna intervención menos afortunada en nuestro recorrido por las aulas, talleres, salón de actos, biblioteca... «Son espacios muy amplios –ilustra Ignacio Martínez–, como contenedores que pueden utilizarse de muchas maneras y se han adaptado con facilidad a las necesidades de cada momento. Es la ventaja de la arquitectura clásica».
Optamos por una escalera lateral que aún conserva su pavimento hidráulico original de damero para subir a la última planta, donde las amplias y luminosas aulas de cerámica y grabado nos acercan al trabajo más artesano, al de las manos, los hornos, las planchas de estampación, los pinceles... El orden y la limpieza son impolutos, como en el conjunto del centro. «Cuando el alumno entra siente que está en un edificio singular y actúa de otra manera; es un edificio cuidado, y lo cuidan», explica su director.
Tras recorrer la azotea, donde mi imaginación proyecta una terraza 'chill out', descendemos a la planta baja, a la clase que ocupa el espacio central del edificio. 'Desenchufar las planchas antes de salir del aula', advierte una nota pegada en la puerta. Dentro del aula de Moda nos recibe un ejército de planchas, máquinas de coser y maniquís en perfecta formación y al servicio del talento de futuros diseñadores.
Versátil con los espacios y contenidos artísticos, el edificio de la ESDIR acoge con naturalidad obras e intervenciones de sus alumnos y profesorado, que en ocasiones expone en su sótano. Para los eventos e invitados más relevantes reservan el salón de actos. La biblioteca, reformada en 2011, es la estancia que más dialoga con lo contemporáneo, y lo hace de la mano de dos profesores del propio centro: Javier Dulín, autor del proyecto, y Javier de Blas, quien antes de jubilarse pintó su friso.
Una enseñanza artística solo interrumpida por la Guerra Civil
La primera piedra del edificio de la ESDIR, proyectado por Antonio Rubio y Luis Mosteiro, la puso Amós Salvador el 21 de septiembre de 1915. Once años después, el 14 de octubre de 1925, Alfonso XIII inauguraba la entonces Escuela Industrial de Logroño, que durante décadas formó a artesanos y profesionales de los diferentes oficios artísticos. La Guerra Civil interrumpió su actividad y modificó su uso como instalación militar y cárcel. A partir de 1963 fue incorporando las enseñanzas regladas de cada momento y, desde 2010, es la Escuela Superior de Diseño de La Rioja
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