Gastronomía


1997: La estrella Michelin de la localidad más pequeña del planeta se depositó en Daroca en 2011. Venta Moncalvillo había nacido como un bar de pueblo en 1996: los hermanos Carlos e Ignacio Echapresto sólo querían dar sentido a su vida en su entorno más inmediato

2017: Veinte años después acumulan premios y distinciones nacionales e internacionales. Ignacio es sinónimo de sutileza y Carlos está reconocido como el mejor sumiller de Rioja en el mundo. Con ellos todo es posible y comer bien encuentra su máxima expresión

Texto: Pablo García Mancha |

Venta Moncalvillo es uno de los restaurantes más singulares del mundo, un espacio gastronómico que ha logrado algo inaudito: convertirse en propia tendencia situándose en los márgenes de la poderosa fuerza mediática de la cocina contemporánea con la sobreabundancia de sus apariciones en los medios tradicionales y en Internet. «Lo más difícil en cocina es lograr la identidad genuina», explica el chef Ignacio Echapresto, un loco de lo auténtico refrendado por una estrella Michelin; igual que su hermano Carlos, un sumiller que ha logrado convertir a la bodega de su pequeño restaurante de Daroca en una referencia de carácter global, tal y como le premió la prestigiosa ‘Wine Spectator’ por «tener una de las mejores bodegas del mundo, por su gran carta de vinos y un exquisito servicio».

Carlos e Ignacio; Ignacio y Carlos. Ambos han llegado a la cima de la cocina y de la restauración tras una andadura de veinte años en un pueblo de 24 de habitantes que comenzó hace dos décadas con un bar de bocadillos y que a través de sucesivas transformaciones ha cambiado su piel hasta convertirse en una de las grandes referencias de la cocina española. Y más allá de la estrella Michelin (obtenida en 2011) los principales críticos y escritores gastronómicos de España han refrendado en sus artículos y comentarios la sutileza de la cocina de Ignacio y el absoluto mérito de una evolución que contemplada con el tiempo tiene carácter casi milagroso: de un pequeño bar de pueblo a uno de los mejores restaurantes de España.

Hace veinte años toda esta historia estaba por escribirse. De hecho, Ignacio iba a ser el encargado de sala y Carlos el cocinero, pero una enfermedad del primero hizo que se intercambiaran los papeles de tal suerte que Ignacio comenzó a aprender todo de su inolvidable madre Rosi y Carlos no dudó en pensar en historias cercanas a la sala y el vino.

La casa familiar de Daroca, en plena sierra de Moncalvillo, era el punto de partida de esta aventura que desde el minuto cero de su existencia estaba condenada a crecer por la inquietud de sus dos protagonistas. En 1997 dieron el primer paso ofreciendo como atractivo la gastronomía de su madre Rosi: ‘Cocina de diario vestida de fiesta’, a través del menú del día y una pequeña carta los fines de semana.

1999 fue un año esencial: Carlos organizó un cursillo con otros sumilleres e invitaron a Custodio Zamarra, el maestro del Zalacaín y el gran padre de la sumillería española. De aquel encuentro, Ignacio tuvo la oportunidad de partir hacia Madrid y trabajar unas semanas en el equipo del mítico Benjamín Urdiáin, el primer cocinero que llevó a Madrid tres estrellas Michelin. Los dos regresaron completamente transformados y los platos de Venta Moncalvillo eran puerros con ventresca, pimientos verdes con anchoa y endivias con hongos, basado en el pincho premiado en el primer del Concurso de Pinchos de La Rioja que Ignacio acababa de ganar.

TRABAJADORES

1997: 3 personas

2007: 7 personas

2010: 8 personas

2017: 13 personas

MATERIA PRIMA

1997: 20% producto local

2017: 90% producto local

Religión pagana

Para Venta Moncalvillo el vino es como una auténtica religión pagana; de hecho el espíritu de este restaurante tiene en la esfera enológica uno de los principales pilares de su personalidad. Carlos recibió el año pasado el ‘Premio al Sumiller que más ha hecho por la comercialización del vino español’ en la primera edición de los ‘International Wine Challenge Merchant Awards Spain’. El jurado decía del sumiller de Venta Moncalvillo que merecía el premio «por la defensa del vino de su tierra, Rioja, con pasión y conocimiento desde un pequeño restaurante. Su especialización le ha llevado a ser conocido a nivel internacional por prensa y críticos como el sumiller más especializado en Rioja del mundo».

Pero para conseguir todos estos reconocimientos, el restaurante tenía que seguir cambiando. Así que en 2005 dieron otro paso durísimo y esencial, dejar de dar menús y dedicarse exclusivamente a la carta y en 2007 se mejoró de nuevo la cocina, con la incorporación de una zona de repostería. Antes, en 2006 Ignacio ganó el premio a Mejor Cocinero de La Rioja.

Así que en 2010 Venta Moncalvillo estaba preparada para un hito histórico en la gastronomía riojana: la concesión de la primera estrella Michelin en noviembre de dicho año para la Guía de 2011: «Es hermosísimo lograr algo así, por muchas razones, por mis padres, por mi gente, por mis amigos y por mi pueblo. No estoy seguro del dato, pero no creo que exista en el mundo un sitio tan pequeñito como el mío y que tenga una estrella Michelin», declaró Ignacio Echapresto tras conocer la noticia a Diario LA RIOJA. A partir de ese momento, la relevancia nacional e internacional de la cocina profunda de la sierra de Moncalvillo ya no conoce fronteras. Tras veinte años de andadura, lo mejor seguro que está por venir.