Hostelería


1997: Mesón Las Camelias sumaba miles de kilómetros, primero por La Rioja, y después por el resto de España, en una gastronomía nómada que activaron Enrique y Alberta y heredaron Víctor y Rocío, que decidieron en este 1997 asentarse definitivamente

2017: La tercera generación ha ido ganando peso en este proyecto gastronómico familiar. En el 2003 se abrió el primer Entrepuentes y desde entonces se ha buscado desarrollar el negocio de forma constante creando un sistema y un método nuevos para ser ya una franquicia

Texto: Sergio Moreno

El abuelo Enrique vendía quisquillas en una esquina de Logroño. Junto a su mujer Alberta vieron la oportunidad hace cincuenta de ganarse la vida dando de comer a otros. Primero en una esquina, y luego en muchas esquinas. En todos esos pueblos donde las celebraciones invitaban a tomarse algo en la barra. El abuelo Enrique, un manitas él, se fabricó hasta su propio puesto para tenerlo bien presentado.

A Víctor y Rocío, como segunda buena generación, les tocó apechugar desde bien pronto. Se conocieron y a seguir con el negocio. Y lo ampliaron hasta límites insospechados. De fiesta en fiesta haciendo bocadillos. Fiestas riojanas, pero veían que su Mesón Las Camelias podía tener también buena acogida en las ferias de otras ciudades. Y España comenzó a ser parte de su gastronomía nómada. «Mis padres se la jugaron para progresar. Llegaron a pagar cuatro millones de pesetas para poder estar en San Fermín», explica en este 2017 Álvaro Mosquera, tercero en esta historia de desarrollo de un negocio gastronómico. Los hermanos Mosquera saben lo que es estar los veranos de fiesta en fiesta... para otros. Ellos y su familia con el negocio a cuestas para alimentar a los que se daban una vuelta por los diversos recintos feriales que visitaban.

Y las ‘barracas’ ya no son lo que eran. Eso está claro. Esta familia de hosteleros supo verlo a tiempo para tomar decisiones y anticiparse a una realidad actual. «Fue en 1997 cuando nos sentamos a hablar para replantearnos muchas cosas», recuerda Álvaro Mosquera. Estaban un poco hartos de viajar. Eso de la carretera y manta funde hasta el espíritu más esforzado. La vida nómada tiene su vigencia, pero la naturaleza invita a disfrutar de un asentamiento permanente. Eso hicieron. Y nada mejor que hacerlo en casa, donde sus abuelos comenzaron este viaje.

Centros comerciales

«Teníamos la experiencia, el conocimiento de tantos años sirviendo comida en las ferias. Fuimos, por ejemplo, los primeros en meter las raciones en los recintos feriales», recuerda Álvaro Mosquera. Y con tanto viaje por tantas ciudades durante tantos años habían llegado a reconocer la evolución urbana de las ciudades. Y en esta ciudad del nuevo siglo, los centros comerciales iban a ser importantes.

Éstos llegaron a Logroño, y en 2003 conocieron el Centro Comercial Berceo. En 2004 se abría por primera vez el Entrepuentes, un espacio donde comer bien y a un precio más que razonable. «2004 y 2005 fueron años muy complicados para toda la familia», y es que asentarse no resulta sencillo. La tercera generación lo vio con cierta claridad. «Había que estar en el centro», porque cada ciudad es diferente. La Gran Vía fue el lugar elegido. «Se trabajaba menos, solo los fines de semana, pero nos daba mayor visibilidad. Me di cuenta de que esto iba a funcionar cuando la gente quedaba, no en la Gran Vía, sino en el Entrepuentes». El boca a boca hizo el resto en esta etapa de 2007 a 2010. Llegó el local de la zona del hospital San Pedro, el cambio a un espacio mayor en la calle 11 de Junio, y la mudanza en 2013, diez años después de su apertura, a la parte de abajo del Centro Comercial Berceo.

1997: Todo empezó en... muchos sitios. La familia curtió sus galones culinarios con el Mesón Las Camelias, dando de comer de feria en feria

2017: Lo ambulante se asentó, y creció. Nacido el Entrepuentes en Logroño, ahora vuelve a estar en muchas partes: se ha convertido en franquicia

El año 1997 marcó el final de una gastronomía nómada, y el inicio de lo que pensaban iba a ser una asentamiento estable. Pero no han parado de moverse. Así que 2012 es un año determinante en la evolución del Entrepuentes. «Tuvimos que volvernos a sentar para reorganizarlo todo. Necesitábamos de un método de trabajo para darle sentido a todo este desarrollo», remarca Álvaro Mosquera. En plena crisis global tomaron una determinación: «Mantener la calidad sin subir los precios». Y poner toda la experiencia de su gastronomía nómada en sus diversos locales. «Sabemos cocinar y servir con gran rapidez y hacerlo con la mayor calidad. Tenemos por tanto un método de trabajo que es nuestro mayor activo», apunta Mosquera.

Así que el proceso a convertirse en franquicia fue natural. Un Entrepuentes City en Madrid, otro en Lanzarote, y «esta misma semana hemos cerrado un gran acuerdo para abrir un Entrepuentes más en Madrid». Es la forma de ser nómada en el siglo XXI, como sus padres y sus abuelos.

Un nombre, cuatro logos


Álvaro Mosquera, Entrepuentes

Pasión para compartir


En 2014 decidimos exportar la marca Entrepuentes fuera de La Rioja. Ya había quien creía que éramos una franquicia. Entonces, nos planteamos cuál era nuestro valor diferencial. Y es que no nos parecemos a una franquicia tradicional: sí ofrecemos todas sus ventajas al aportar saber hacer y estandarización de procesos, pero eliminamos todas las desventajas y rigideces, con una propuesta flexible. Nos adaptamos al entorno del local, al público de la zona, ajustando todo lo necesario: carta, horarios, promociones…

Tenemos una marca singular que une nuestros valores: modernidad y tradición. Frente a la americanización de la comida rápida, nuestra apuesta es ‘mediterraneizar’ este tipo de comida informal con cocina casera de inspiración riojana: nachos versión riojana, bocazza riojano, hamburguesa riojana…

«Allá donde vamos llevamos nuestra región como seña de calidad»

Allá donde vamos llevamos nuestra región como seña de calidad. Y con una carta cada vez más exigente, como prueban nuestras 7 hamburguesas gourmet. Creemos en la innovación: nuestra carta combina los productos estadísticamente más demandados con innovaciones cada año. Nuestra evolución es constante: quizás la tecnología se note más internamente que de cara al público, pero la inversión en procesos informáticos e innovación tecnológica constituyen el capítulo más alto.

En Entrepuentes creemos en la formación personalizada: al ser hosteleros de toda la vida sabemos cómo formar a cada franquiciado en función de su experiencia en el sector. Somos los fundadores quienes impartimos la formación y tenemos todo protocolizado al milímetro. No abandonamos al franquiciado tras el lanzamiento. Queremos que nuestra pasión sea compartida por cada franquiciado que lleve nuestra marca. Tal vez este sea el reto más difícil de conseguir.